3 ago 2009

EL DESERTOR . PARTE I

¡Infante! ¡Adelante!






En mi trabajo de litigio de casos del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), he tenido muchas experiencias exóticas, por llamarlas de alguna manera. Uno de los casos que presenté ante la Comisión Interamericana, primero a título personal, y después como abogado externo del CELS, fue el caso del oficial del Ejército Rodolfo Correa Belisle (1). Éste fue uno de los casos que promovió una solución amistosa exitosa entre los peticionarios y el Estado Argentino, y como parte de esa solución amistosa, el Gobierno se comprometió a derogar el Código de Justicia Militar.
 
Pero no es eso de lo que queremos hablar aquí, sino de cómo fue que este blogger casi fue sometido a persecución penal bajo las reglas de ese Código que con mucho esfuerzo y muchos años más tarde, contribuiríamos a derogar.

 
Regresemos a cuando AB no era abogado y mucho menos blogger, sino un infante de marina de la Patria. En ese entonces solo era el Conscripto Bovino, y era el peor de todos.
No aprobé las condiciones de tiro, es decir, jamás aprendí a usar un fusil, o como quiera que se llamase el arma que en ese entonces usaban los soldados rasos de la Infantería de la Marina Argentina —esos que son enviados en las guerras a poner el pechito para recibir los primeros balazos y ofrecer su muerte por la Patria—. Ya verán que no era de bruto, sino de delincuente.

 
Tuve el record de penas de arresto sobre los más de 200 soldados que integrábamos el Batallón de Seguridad del Comando en Jefe de la Armada golpista de Massera.

 
Fui declarado el peor soldado del Batallón en una ceremonia pública que a mí me llenó de orgullo, y que terminó provocando que los descerebrados de muchos compañeros me gastaran como si ser un buen soldado fuera algo positivo —no me refiero a quienes lo hacen por vocación, sino a gente como yo, que ni minga de vocación—.

 
La cuestión es que un día me puse loco, pero loco, lo que se dice loco, y se me dio por faltar veinte días. En las Fuerzas Armadas —al menos en ese entonces— si uno se ausentaba sin permiso, al quinto día se convertía en desertor, es decir que cometía el delito de deserción en timepos de paz. Debo reconocer que eso fue un acto de locura. Pero como si eso fuera poco, a los veinte días me presenté y, antes de ver a algún superior, cuando me encontré con mis compañeros todos me decían "te van a hacer mierda" y demás pronósticos por el estilo.

 


Nuevo rapto de locura y, como yo entraba y salía de civil, razón por la cual en la Guardia nadie me pedía explicaciones, me volví a a escapar por otros veinte días. El día número 40 de mi deserción, no me fueron a buscar a mi departamento en laciudad de Buenos Aires, como hacían día por medio, sino que ese 6 de diciembre —lo recuerdo porque era mi cumpleaños— mandaron una comisión a casa de mi familia en la Provincia de Entre Ríos, a 300 kms de Ciudad de Buenos Aires. Por este motivo, mi santa madre no me llamó ese día para felicitarme, sino para gritarme que me presentara de inmediato al Batallón.

 
Así que al día siguiente me presenté. Después de faltar 40 días, no tenía demasiado sentido que me presentara puntualmente a las 7 de la mañana, así que caí alrededor de las 11 de la mañana. Ese día otro soldado se presentó junto conmigo pero solo porque ese día llegó tarde. Es decir que él llego 3 horas tarde y yo unas 963 horas tarde.

 
Mañana continuará, para que vean que relación hay entre mi deserción y el caso Correa Belisle. Que duerman bien,

 
AB (el peor infante de marina de la Armada Argentina)




 
La segunda parte aquí


 
(1) Una narración de los hechos más relevantes del caso y del proceso de solución amistosa se puede ver aquí.

No hay comentarios.: